Nada supera la majestuosa inmensidad de las montañas y lo que sus silencios escuchados nos murmuran, diciéndolo todo, sin decir nada.
Escuchar el canto de los pájaros, matinales protagonistas de la montaña, nos estimula a disfrutar de un merecido desayuno en nuestra habitación con vistas inigualables.
Un sendero, una caminata, perderse en el bosque y descubrir nuevos lugares.
El lugar invita a disfrutar de lo simple... charlas, anécdotas y recuerdos.
Disfrutar de los ríos más cristalinos de las sierras con agua pura de vertiente.
Cae el sol y llega el momento de descansar, la paz y calma de la montaña nos envuelven.
Las últimas horas nos vuelven a reunir. Una fogata, sonidos, una agradable bebida. Pequeños detalles que nos hacen felices.